miércoles, 1 de septiembre de 2010

Amor entre pinceles

Cuesta recordar, más aún cuándo la mente se llena de momentos, objetos, situaciones, caricias, abrazos, risas, lugares, a pesar de ello, aunque resulta difícil recapitular toda esta historia, me dispongo hacerlo, me acompaña un zumo de naranja bien frío, mi sofá y mi portátil.

Era diciembre del año de crisis mundial, el año del desplome de las economías emergentes, el año del desempleo, de la recesión, de la negatividad y del desconsuelo. Iba a ser un mes duro, ya lo notaba. Por entonces a mí lo que me preocupaba era una pequeña molestia intestinal que surgió en el mes anterior, al parecer resultado de una intoxicación alimentaria, ya que tuve muy poco cuidado a la hora de valorar una pequeña tarrita de queso.

Como iba contando, diciembre se presentaba dañino, no iba a ser un mes cualquiera, no presentía que fuese un mes típico de Navidad, de compras, de felicidad, no lo sería. Llegando las fechas navideñas, llegó el día que nunca olvidaré, un día de frío, húmedo, de lluvias, del invierno más lluvioso de los últimos 30 años, una llamada nos dejó sin palabras, mudos...Habíamos perdido un rayo de sol, el mundo había perdido un rayo de sol, mi tía, una mujer joven, alegre, divertida, risueña, querida, presumida, estupenda, nos dejo, nos dejó en un mes triste, en un mes de pocos regalos y de una gran ausencia, nunca te olvidaré.

Pasaron los días y ya se terminaba mi temario de los exámenes del máster, esos folios devorados para mantener la mente ocupada fueron finiquitados, utilizados para evadirme de aquel desánimo que me rodeaba, fue entonces cuando casi por casualidad llegó él. Días de conversaciones largas, duraderas, de desahogo, las tardes iban perdiendo tristeza y aparecía un halo de calor, de amistad. Aquellas tardes se convertirían en días enteros, hablando de nuestras cosas, de nuestras inquietudes, de nuestras metas laborales, en definitiva de nuestra vida.

Olvidando diciembre y enero con toda la parafernalia navideña que conlleva, retomé el máster en Cáceres, ahora llegaban las clases de Psicología, no eran clases cualquieras, estas me llenaban, me encantaban, me daba el ánimo que necesitaba, aquella mujer llamada Guadalupe, con su sentido del humor, con su profesionalidad, me proporcionaba las fuerzas necesarias para que las tardes en aquel salón de actos de aquella facultad fueran unas tardes de terapia colectiva universitaria. Al llegar a casa, todas las noches, me conectaba al ordenador y le contaba a mi gran amigo todo lo que me aconteció ese día, él haría lo mismo después, risas y más risas y algún que otro coqueteo hasta que apagábamos nuestros ordenadores bien entrada la noche, después un toque al móvil y hasta mañana.

Así pasaría un mes, hasta que el 6 de Febrero decidimos vernos y dejar a un lado esa pantalla que nos separaba el uno del otro. Fue una tarde mágica, él me esperaba en la esquina de una conocida calle cacereña, llevaba una chaquetilla azul de muy poco abrigo que le hacía muy atractivo y guapo. Yo llevaba horas delante del espejo, no quería estropear esa oportunidad, llegó la hora y me temblaban las piernas, mi cabeza no pensaba, no sabía si llegaría vivo a la cita, fue entonces cuando gracias a unas gominolas de Sánchez Cortés, conseguí bajar el estado de nerviosismo que llevaba. Llegué al lugar elegido y allí estaba él con su olor a Armani Code, no pude evitar darle un beso en las mejillas, era como si lo conociera de toda la vida, todas aquellas tardes de conversaciones privadas salieron a la luz, sabía que le gustaba, que detestaba, como vestía, era como reencontrarse con un viejo amigo.

Aún recuerdo que me costó andar, mis piernas seguían herméticas, las suyas también, decidimos bajar a la parte antigua de la ciudad para relajarnos un poco y tomar algo en aquel que sería nuestro primer lugar de enamorados, un lugar de historia, de encanto, el corral de las cigüeñas, tomamos unos refrescos y hablamos durante largo tiempo.

Se acercaba la noche y decidimos ir a cenar, sin olvidar el regalo que me había prometido y que había insistido que me regalaría, ¡un cuadernillo rubio! ¡mi primer regalo de enamorados! jejeje, con una pequeña dedicatoria que leería a la semana siguiente a todas horas para acordarme de él.
Al salir se notaba el frío, él se quejaba de su chaqueta, mientras, yo me reía de su cara de niño pillo y de chico encantador, su voz sensual ya me tenía enamorado, aunque quise esperar a ver qué pasaba después de la cena... Manhoi, fue una cena de tostas a medias, los nervios aún estaban presentes y costaba comer, hablar y no reírte a la vez. Era inevitable el estado de embriaguez de amor que teníamos, sentimientos del primer día, así que a los pocos minutos dejamos aquel lugar moderno y cosmopolita y nos fuimos a andar, a quemar las calorías de lo poco que cenamos, una larga y divertida caminata por Pintores, hasta que llegamos a su coche que no estaba muy lejos.


Al entrar en el forito fue como una película que había soñado, había pasado la mejor tarde de mi vida y aún quedaba la noche. Sin rumbo, sin lugar concreto para terminar la cita recorrimos el centro de Cáceres hasta que decidimos aparcar en medio de una calle, estábamos en otro mundo, la ciudad parecía nuestra, sin embargo el lugar no fue muy apropiado, la policía municipal rápida y simpática nos aconsejó amablemente a abandonar el lugar, ¿estábamos tontos? ¿cómo se nos ocurrió aparcar allí?.Estuvimos riéndonos durante largo rato de la vergüenza que pasamos, a pesar de estar solo hablando, ya que me iba a bajar allí, pero el destino quiso retrasar la despedida y buscamos otro lugar más idóneo. El lugar elegido, unos aparcamientos delante del hotel Extremadura, fue allí dónde decidimos abrazarnos, acariciarnos, querernos. Llegó el abrazo más dulce de mi vida, más sincero que di nunca y como no, aquel beso eterno, nuevo, lleno de todo el amor que nos teníamos el uno al otro. Horas más tarde nos despedimos, para terminar aquel magnífico día que nunca olvidaré.

Y dónde comenzó esta historia de amor que poco a poco iré contando



…PASADENA

Vuelvo a escribir, esto que simplemente es el relato de una de las experiencias más bonitas de mi vida, ni se acerca a ninguna novela, ni a nada por el estilo, es algo "informal" pero sincero...algo más tranquilo que ayer (mi sobrino Marcos duerme) y con un calor que reaparece en este verano algo más caluroso que sus antecesores y no me deja descansar, abro el portátil, necesito tener la mente ocupada así que continúo...
Pasaba febrero y transcurrían los días, poco a poco íbamos conociéndonos más, desde el primer día quedó claro que aquella relación no iba a ser un simple lío entre jóvenes, al menos eso se palpaba en nuestras caras, en nuestros ojos brillosos cuándo nos mirábamos frente a frente.

Pasaron dos semanas sin vernos, ya que el fin de semana siguiente a nuestra cita eran carnavales y los planes de fiestas para uno y otro ya estaban cerrados, así el reencuentro sería más apasionado, a pesar de ello nuestro contacto era diario, ya fuese a través de móvil, correos o messenger. Era constante, todas la mañanas, todas la tardes, todas la noches, siempre había un mensaje de cariño, mensajes que nos hacía estar en una nube (a veces empalagosa) de amor mutuo.

No había dudas, debíamos, teníamos, queríamos, necesitábamos quedar y vernos otra vez, en nuestras agendas no había lugar para otros temas, solo estábamos nosotros.


Esta vez, decimos cambiar de zona (cualquiera en Cáceres es maravillosa) y nos quedamos por el “Nuevo Cáceres”, fuimos a un bar del que no recuerdo el nombre, de madera, ochentero, había una familia con sus hijos pequeños, todos rubios, como suecos, a cuál de ellos más gracioso y granujilla, venían a menudo a nuestra mesa y nos decían; ¡Hola!...¡Hola!, hasta que su madre una mujer muy joven y alta les dijo; ¡Pablo!, ¡Rubén! dejad a los chicos tranquilos y yo pensaba ¿más de lo que estamos? . Y es que con Iván el tiempo no era tiempo, el tiempo era relajación, era como un baño en las piscinas naturales de Jaraíz de la Vera, era como tumbarte en la playa al atardecer y escuchar las olas del mar, era como tirarte en el césped recién regado, era algo…mágico.


Una vez terminada aquella nueva tarde, nos pusimos nuestros abrigos (esta vez él acertó y venía más abrigado) y paseamos por aquellas calles de un urbanismo nuevo, perfectamente trazas, con sus jardines amplios entre edificios, hasta que llegamos al sitio en el que íbamos a cenar. Se trataba de un lugar que lo recomiendo a todos, Pasadena, con una gran variedad de platos, que van desde los mejicanos a los americanos sin olvidar las ensaladas de nueces, sí, en ese lugar íbamos a cenar de no ser, que debido a su éxito ya no había mesa libre y tuvimos que hacer cambio de planes, queríamos algo rápido para tener más tiempo para nosotros y la votación fue unánime: Macdonalds.

Todo el encanto de la cena planificada la semana anterior se había perdido yendo a un lugar de patatas fritas y hamburguesas, pero al carajo, estábamos juntos, nada nos importaba más que nosotros, ni siquiera los formalismos de una cena.

Fue una cena rápida, divertida, porque es casi imposible no mancharte con los mil y un ingredientes que le echan a los bollitos, después llegó el postre, uno helados que me empeñé en tomárnoslo en el coche camino a casa.


Y como venía siendo una tradición, después de la cena llegó el paseo por la céntrica avenida Alemania, hacía un poco de frío, pero daba igual, allí estábamos, abrazándonos, cogiéndonos de la mano, besándonos. Ya en el coche la despedida de aquel día mejoró sustancialmente, nos abrazábamos como si no fuéramos a vernos nunca más, escuché una vez que abrazar es una grandiosa medicina, al parecer transfiere energía, y da a la persona que es abrazada un estímulo emocional, se dice que necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho para mantenernos, y doce para crecer. En definitiva un abrazo te hace sentir bien. De esto yo, ¡estoy totalmente de acuerdo!

La noche iba pasando, hablábamos y hablamos, entre palabra y palabra, siempre llegaba algún gesto de cariño, alguna caricia, algún beso, algún abrazo, hasta que llegó la hora. Eran las tres de la mañana, tarde porque él tenía que ir a su pueblo cerca de Cáceres y las nieblas de estas fechas me daban pánico, no quería que se fuese muy tarde, ya que vivía con sus padres y sé cómo a mi madre le atacan los nervios al ver que me retraso demasiado en una noche de nieblas, con lo cual, nuestro día había terminado, solo por unos días, hasta la próxima vez. Aún nos quedaba mucho tiempo juntos...



Días de excursiones

Así pasaban nuestros meses, así pasaron nuestros buenos momentos, momentos de aquellos que te hacen sentir bien, de aquellos que te llenan la vida, aquellos que no se olvidan...
Marzo y abril fueron meses de excursiones, de viajes, de quedadas, de citas en el piso de la “playa” de Cáceres (próximo al Parque el Príncipe) y la de Navalmoral (piso coqueto donde los haya).

Las dos muy especiales, en las dos hubo de todo, momentos de sinceridad, de contarnos todo, es una sensación inimaginable, tienes a alguien a tu lado que absorbe todo lo que hablas, que entiende todo lo que criticas, que escucha todo lo que no te callas…No siempre todo fue de cuento, había momentos serios, de discusiones, a veces por mí culpa, otras por la suya, supongo que normal en cualquier pareja. Sin embargo hubo momentos muy delicados, en el ferial, llovía, hacía frío y sin saber cómo, discutimos, dejamos de hablarnos por un momento, un momento de desconexión de aquella nube, aunque al final, como una de esas películas de Jennifer López empalagosas y que a todo enamorado le gusta, todo se arregló, todo quedó claro, de nuevo… seguíamos queriéndonos como el primer día.

No puedo olvidar aquellas citas del Womad, de cenas en el Pizza Hut (aunque cenásemos enfrente de un parque), de paseos por Cánovas, por el Príncipe, por todos y cada uno de aquellos lugares especiales de Cáceres, sin olvidar esa visita a Trujillo. Ese día en Trujillo fue nuestra primera cita fuera de la ciudad que nos vio crecer como pareja, fue un día muy especial, como todos los que pasaba con él.
Aquel día (el de la visita a Trujillo) teníamos pensado en ir a Monfragüe, en hacer una ruta, de picnic, a mi la idea me encantaba, a él le fascinaba, pero no pudo ser, el tiempo se antojó a que otra vez más cambiáramos los planes, pero para todo teníamos solución. Fue cuándo me di cuenta que a Iván le encantaba Michel Buble, recuerdo el momento en que me dijo: escucha Manu, ponte los cascos y escucha, la canción de este hombre ¡es una pasada! Así termino nuestra visita a Trujillo, día de fotos en el castillo, de una buena comida en la plaza, día de una pareja al fin y al cabo, día que había esperado tanto tiempo. De regreso al coche escuchaba aquel personaje que nunca antes había oído y gracias a Iván esa tarde fue una de las que más me reí, cantando en inglés era…súper gracioso.



TE EXTRAÑO



Es el último día de Agosto, son las 19:27, faltan unas horas para que llegue Septiembre y quiero que empiece un mes que me ayude a finalizar con todo, a terminar esta historia.
Después de aquellos meses llegó Junio, después de haber realizado mis prácticas en el IES “Ágora” (mi primera experiencia como profe) de la que me llevo un grato recuerdo, de aquellos alumnos (3º ESO) de aquellos profesores, de aquel centro, fue una etapa fantástica.

Yo tenía que terminar mi Trabajo Fin de Máster, tenía que prepararme para la exposición del mismo ante un tribunal, tenía que terminar unos informes para los consultores de Badajoz, terminar cursos de formación, exámenes finales de la escuela de idiomas (english), daba clases particulares, etc. Era un hombre muy ocupado en ese mes pero a pesar de todo siempre sacaba tiempo para verlo, para abrazarlo, para besarlo, para estar con él.
Fue en este mes cuando recibí la carta; del MEC, me había aceptado la beca para irme a aprender inglés, durante 20 días.Tuve siempre claro el sitio, quería playa, ya que necesito palpar el cambio de estación en mi cuerpo y si me iba a Londres, sería como no desconectar. Ya teníamos elegido la fecha, lugar, avión, etc. Nos íbamos un grupo de amigos, este viaje pintaba bien.

Fueron muchos los día en los que hablé con Iván sobre el viaje, constantemente le decía que le echaría de menos, él me apoyaba en irme, me decía que también me echaría mucho de menos, aunque yo notaba cierto distanciamiento, al principio pensaba que eran paranoyas mias, pero la verdad es que los sms ya no eran los del principio de nuestra relación.

Llegó el momento, quedamos el 6 de Julio, lugar; aparcamientos de Erosky, a las 14:30. La fecha, tres días antes de que me marchara a Malta no fue casualidad, hacíamos cinco meses y estábamos muy ilusionados. Estuvimos comiendo en el Burger King, otra vez aquella comida, pero nos daba igual, él había llegado tarde para ir a buscar un restaurante o algo que se le pareciera y el calor que hacía nos hizo elegir de nuevo aquel lugar cómodo y fresco.

Tras la comida fuimos de compras, quería comprarme un pijama y unos piratas. Entramos en Zara y al probarme los piratas en el probador no me pude resistir, lo besé con todas mis fuerzas, nos abrazamos con todo el amor posible. El destino se empeñaría en que fuese nuestra última tarde. Como era de esperar, me compré los piratas, aunque fue un regalo suyo: “Te lo regalo yo, para que en Malta te acuerde de mi”…en ese momento me dio un vuelco el corazón, no sé porqué, pero me dio la sensación que me lo regalaba porque ya no volveríamos a vernos, fue una sensación rara, pero fiable.

Finalmente tras habernos visto todas las tiendas, nos bajamos a los aparcamientos, allí me despediría de él, en mi coche, abrazándole, diciéndole y recordándole que lo echaría mucho de menos, aunque esa frialdad que sentí día anteriores por el móvil, apareció de nuevo.

Ya en Malta, todo cambió, yo intentaba mandarle sms siempre que podía, llamarlo cuándo podía, no es que fueran escusas, pero allí el ritmo era frenético, clases, excursiones, fiestas, etc. La primera semana tuvimos un contacto normal, se veía que nos echábamos de menos, le conté todo lo bien que me lo estaba pasando y lo que me hubiera gustado que él pudiese haber venido conmigo. La segunda semana fue el principio del fin, maldita frase, era miércoles, discutimos, no nos entendíamos, yo estaba confuso, él no me daba toques, era como si la relación se congelase, hablamos durante largo tiempo para aclara todo aquel malentendido que había sido causado por mi culpa, por celos de no tenerlo cerca. Pasamos de llamarnos a cada instante, a tener un contacto mínimo por las circunstancias del lugar, estaba deseando volver a España para abrazarle, pero no pudo ser.

Dos días antes de volverme a España, todo terminó, una llamada a las 15;30; “Manu, esto no está como antes, todo ha cambiado, lo dejamos” Era como una pesadilla, todo lo que había soñado desapareció, todos los planes de irnos de vacaciones a mi regreso se habían esfumado, todo había acabado.

Ese día en Malta, no podía pensar que había pasado, trataba de buscar el motivo de la ruptura pero no lo encontraba, él me decía que había sido por una serie de circunstancias, al parecer, yo no había sido valíente y en eso le doy la razón. Me explico, él le contó a toda su familia que estaba saliendo conmigo y que estaba muy muy bien, en cambio yo no se lo conté a nadie, mi relación con Iván era mia y de él, al menos hasta mi viaje a Malta, ya que después nos iríamos de vacaciones los dos juntos y sería difícil manterne en secreto aquella historia. ¿Pero acaso eso es motivo de una ruptura tan drásticas? Tan sólo llevabamos cinco meses, quizás tenía miedo de apresurarme a contar esta bonita historia que me estaba pasando, el caso es que al parecer eso no le sentó muy bien.

No le encontraba explicación ¿que pudo pasar por su cabeza para cambiar de sentimientos tan rápidamente?. No lo sé y nunca lo sabré, quedamos en vernos el domingo nada más llegar a España, pero no tuve coraje de enfrentarme a la situación de que me dijera a la cara; "Todo a terminado". Así que decidí llamarle, ese mismo domingo 1 de Agosto me quedó claro todo, no volveríamos a vernos, la causa; desilusión.

Fue una despedida como el de las pelis de Antena3, inesperado, da la sensación que el guionista se cansó de seguir el film y quiso terminar rápido. Era todo muy confuso, con escasas explicaciones, todo muy lioso. No me hacía a la idea de que ya no lo volvería a ver más asi que días más tardes le dije que bajaría a Cáceres y si lo podía ver para hablar y quedar bien, a lo que él me contesto; "no voy a poder, quizás en otro momentillo"...a pesar de ello no perrdía la esperanza.
Todas la mañanas me conectaba al msng y ahí estaba él, como hablarle, que decirle, recordaba aquellos días en los que entrar en el msg era ir directamente a su estado y comentarle cualquier cosa, cualquier insignificancia pero aquellos días nunca volverían. A pesar de que no pude quedar con él, le mandaba emails preguntándole que tal le iba, sus respuestas eran monosílavos y a veces hasta estúpidas, con lo cual tuve que desisitir en mi intento de arreglar algo, que al parecer ya estaba demasiado destrozado.

Tantas tardes, tantas noches, tantos días, pensaba que aquella persona con la que viví todo, tendría el valor de quedar conmigo, hablar y decirme a la cara su problema , solo quería una despedida, sé que en el amor nada es eterno pero ¿acaso era tan complicado quedar para hablar?. Creo que sí, porque no volvimos a vernos, aquella tarde de compras de aquel 6 de Julio fue la última, porque el destino, la situación, la cobardía, se empeñó en que así fuera.

Ahora, un mes más tarde de todo aquello, me encuentro más delgado, pero me gusta, me siento más centrado, con los pies en la tierra, más seguro de mí mismo, con más ánimo aunque aún siga despertándome a las cuatro de la mañana pensando en él.



Quiero terminar con esta frase “Si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde debería estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él.” (G.B. Shaw). Creo que explica de forma sencilla lo que me surgió, construí un castillo en el aire, de esos que no tienen cimientos sóldios y a la mínima se desploma...





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