martes, 14 de septiembre de 2010

14 de Septiembre de 1936. In memoria

Rescato un pequeño texto que explica todo lo ocurrido en mi pueblo natal (Torremejía, Badajoz), en recuerdo a mi bisabuelo y a otros vecinos fusilados un día como hoy hace 74 años....

"El día 17 de agosto, alrededor de mil personas se reunieron en el cementerio católico municipal de Torremegía, como reza a la entrada, para inhumar los restos de 33 vecinos del pueblo fusilados el domingo 14 de septiembre de 1936, a las tres de la tarde. Muchos de los presentes, familiares de los fusilados, habían llegado desde los pueblos de alrededor. Pocos días después, el alcalde recibió una comunicación del juzgado en la que se daba cuenta de la denuncia que, a instancias del concejal de UCD Julián Membrillo, se había presentado en la delegación de Sanidad de Badajoz por la exhumación de los restos mortales y, posteriormente, otra acusación del Gobierno Civil de Badajoz, por presunta malversación de caudal público. Las responsabilidades subsidiarias del acusado fueron fijadas en 50.000 pesetas, y el juzgado ordenó el embargo de la vaca propiedad del alcalde, ya que Benito Benítez, trabajador del empleo comunitario en su pueblo, no tenía esa cantidad.
"Hacía 43 años que no iba al cementerio"Inés Guerrero Benítez tiene 79 años, es viuda desde hace 43 y hace cuarenta que vive enfrente de uno de los que, aquel 14 de septiembre, fusilaron a su marido, junto a las tapias del cementerio. «Cuando nos enteramos en el pueblo que habían empezado la guerra, nos fuimos al campo. Cuando supimos que habían terminado los tiros, volvimos. A los cuatro días llegaron recogiendo a los hombres y se los llevaron al palacio, un granero, donde decían que iban a hacerles unas preguntas. Durante quince días estuvimos llevándoles comida.

Un día que iba a llevar una cajetilla de tabaco a mi marido me dijeron que se habían llevado a los hombres en un camión a Mérida. Yo le dije a Luis, un amigo, que me llevara en el coche a Mérida, pero cuando salimos a la carretera vimos que el camión estaba parado al lado del cementerio y allí, en la tapia, les dieron los tiros. Allí, fusilados, estaban mis dos hermanos, Manuel y Julián, mi marido, Juan Antonio Cerrato, y otro que iba a ser cuñado mío, Juan Antonio García».
« Sí, sí, vi cómo los fusilaban y sé quiénes son los que iban en el camión que los llevó hasta el cementerio y que les pegaron los tiros. Los conozco. Uno de ellos era el Látigo Negro, pero este mote se lo pusieron después, por la norma en que hacía trabajar a los jornaleros. Otro era uno de los de Paredes, que lo mató el tren... Cuando fusilaron a mi marido, me quedé con dos hijos, uno de dos años y otro de ocho meses, y estaba embarazada de tres meses. Nunca les he dicho a mis hijos quiénes los mataron, porque, sobre todo uno de ellos, tiene un genio muy malo».
Hace cuarenta años que Inés Guerrero vive enfrente de uno de los que intervinieron en el fusilamiento de sus familiares, «y en ese tiempo mi boca no se ha abierto para llamarle criminal ni nada. Desde que los fusilaron nunca he ido al cementerio. Ni siquiera cuando se murieron mi padre y mi madre fui a alumbrarlos, porque no tenía el gusto de ir. Desde que mataron a los hombres no he sido mujer y desde que saqué los restos no estoy buena».
En 1936, Torremegía tenía alrededor de setecientos habitantes, y entre los meses de septiembre y diciembre de ese año fueron fusilados más de cuarenta hombres. La mayoría de las mil personas que en agosto pasado acudieron al cementerio eran familiares de los fusilados. Por primera vez en cuarenta años se reunieron a recordar algo que todos ellos, como Inés Guerrero o Encarna Galán, a quien fusilaron un hermano, habían callado a sus propios hijos. Las fotos amarillentas de las alcobas tomaron vida y los ánimos se encresparon en el pueblo al conocer que al alcalde lo podían destituir por acceder a algo que muchos pedían hace años. La exhumación de los cuerpos..."

POR EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY DE MEMORIA HISTÓRICA

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