martes, 24 de agosto de 2010

Amor entre pinceles

Cuesta recordar, más aún cuándo la mente se llena de momentos, objetos, situaciones, caricias, abrazos, risas, lugares, a pesar de ello, aunque resulta difícil recapitular toda esta historia, me dispongo hacerlo, me acompaña un zumo de naranja bien frío, mi sofá y mi portátil.
Era diciembre del año de crisis mundial, el año del desplome de las economías emergentes, el año del desempleo, de la recesión, de la negatividad y del desconsuelo. Iba a ser un mes duro, ya lo notaba. Por entonces a mí lo que me preocupaba era una pequeña molestia intestinal que surgió en el mes anterior, al parecer resultado de una intoxicación alimentaria, ya que tuve muy poco cuidado a la hora de valorar una pequeña tarrita de queso.
Como iba contando, diciembre se presentaba dañino, no iba a ser un mes cualquiera, no presentía que fuese un mes típico de Navidad, de compras, de felicidad, no lo sería. Llegando las fechas navideñas, llegó el día que nunca olvidaré, un día de frío, húmedo, de lluvias, del invierno más lluvioso de los últimos 30 años, una llamada nos dejó sin palabras, mudos...Habíamos perdido un rayo de sol, el mundo había perdido un rayo de sol, mi tía, una mujer joven, alegre, divertida, risueña, querida, presumida, estupenda, nos dejo, nos dejó en un mes triste, en un mes de pocos regalos y de una gran ausencia, nunca te olvidaré.

Pasaron los días y ya se terminaba mi temario de los exámenes del máster, esos folios devorados para mantener la mente ocupada fueron finiquitados, utilizados para evadirme de aquel desánimo que me rodeaba, fue entonces cuando casi por casualidad llegó él. Días de conversaciones largas, duraderas, de desahogo, las tardes iban perdiendo tristeza y aparecía un halo de calor, de amistad. Aquellas tardes se convertirían en días enteros, hablando de nuestras cosas, de nuestras inquietudes, de nuestras metas laborales, en definitiva de nuestra vida.

Olvidando diciembre y enero con toda la parafernalia navideña que conlleva, retomé el máster en Cáceres, ahora llegaban las clases de Psicología, no eran clases cualquieras, estas me llenaban, me encantaban, me daba el ánimo que necesitaba, aquella mujer llamada Guadalupe, con su sentido del humor, con su profesionalidad, me proporcionaba las fuerzas necesarias para que las tardes en aquel salón de actos de aquella facultad fueran unas tardes de terapia colectiva universitaria. Al llegar a casa, todas las noches, me conectaba al ordenador y le contaba a mi gran amigo todo lo que me aconteció ese día, él haría lo mismo después, risas y más risas y algún que otro coqueteo hasta que apagábamos nuestros ordenadores bien entrada la noche, después un toque al móvil y hasta mañana.

Así pasaría un mes, hasta que el 6 de Febrero decidimos vernos y dejar a un lado esa pantalla que nos separaba el uno del otro. Fue una tarde mágica, él me esperaba en la esquina de una conocida calle cacereña, llevaba una chaquetilla azul de muy poco abrigo que le hacía muy atractivo y guapo. Yo llevaba horas delante del espejo, no quería estropear esa oportunidad, llegó la hora y me temblaban las piernas, mi cabeza no pensaba, no sabía si llegaría vivo a la cita, fue entonces cuando gracias a unas gominolas de Sánchez Cortés, conseguí bajar el estado de nerviosismo que llevaba. Llegué al lugar elegido y allí estaba él con su olor a Armani Code, no pude evitar darle un beso en las mejillas, era como si lo conociera de toda la vida, todas aquellas tardes de conversaciones privadas salieron a la luz, sabía que le gustaba, que detestaba, como vestía, era como reencontrarse con un viejo amigo.

Aún recuerdo que me costó andar, mis piernas seguían herméticas, las suyas también, decidimos bajar a la parte antigua de la ciudad para relajarnos un poco y tomar algo en aquel que sería nuestro primer lugar de enamorados, un lugar de historia, de encanto, el corral de las cigüeñas, tomamos unos refrescos y hablamos durante largo tiempo.
Se acercaba la noche y decidimos ir a cenar, sin olvidar el regalo que me había prometido y que había insistido que me regalaría, ¡un cuadernillo rubio! ¡mi primer regalo de enamorados! jejeje, con una pequeña dedicatoria que leería a la semana siguiente a todas horas para acordarme de él.

Al salir se notaba el frío, él se quejaba de su chaqueta, mientras, yo me reía de su cara de niño pillo y de chico encantador, su voz sensual ya me tenía enamorado, aunque quise esperar a ver qué pasaba después de la cena... Manhoi, fue una cena de tostas a medias, los nervios aún estaban presentes y costaba comer, hablar y no reírte a la vez. Era inevitable el estado de embriaguez de amor que teneníamos, sentimientos del primer día, así que a los pocos minutos dejamos aquel lugar moderno y cosmopolita y nos fuimos a andar, a quemar las calorías de lo poco que cenamos, una larga y divertida caminata por Pintores, hasta que llegamos a su coche que no estaba muy lejos.

Al entrar en el forito fue como una película que había soñado, había pasado la mejor tarde de mi vida y aún quedaba la noche. Sin rumbo, sin lugar concreto para terminar la cita recorrimos el centro de Cáceres hasta que decidimos aparcar en medio de una calle, estábamos en otro mundo, la ciudad parecía nuestra, sin embargo el lugar no fue muy apropiado, la policía municipal rápida y simpática nos aconsejó amablemente a abandonar el lugar, ¿estábamos tontos? ¿cómo se nos ocurrió aparcar allí?.Estuvimos riéndonos durante largo rato de la vergüenza que pasamos, a pesar de estar solo hablando, ya que me iba a bajar allí, pero el destino quiso retrasar la despedida y buscamos otro lugar más idóneo. El lugar elegido, unos aparcamientos delante del hotel Extremadura, fue allí dónde decidimos abrazarnos, acariciarnos, querernos. Llegó el abrazo más dulce de mi vida, más sincero que di nunca y como no, aquel beso eterno, nuevo, lleno de todo el amor que nos teníamos el uno al otro. Horas más tarde nos despedimos, para terminar aquel magnífico día que nunca olvidaré.





Y dónde comenzó esta historia de amor que poco a poco iré contando.

5 comentarios:

  1. Una bonita historia de amor entre dos chicos que dejan la pantalla de su ordenador para pasear entre piedras del siglo XVI.... Un viaje desde el siglo XXI hasta el XV en adelante. Os cautivó la pantalla del ordenador y os cautivó los edificios de la Ciudad Monumental de Cáceres.

    Todos hemos vivido esa experiencia, y para mí, lo más bonito de todo es que tú puedas y decidas contarlo en estas breves líneas.

    Un beso y adelante con tu blog. Seguiremos tu pista.

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  2. Buenas David!
    He corregido un poco la publicación porque la escribí un poco estresado, ya que cuándo iba por la mitad se presentó mi sobrino cantándome el Cd entero de los "cantacuentos" jajaja...pero bueno iré contando poco a poco lo que pueda.
    Muchas gracias, nos vemos!

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  3. Gracias a David he leido tu blog. Ya me tienes enganxao... necesito mas ... jeje. Un saludo y espero impaciente la segunda entrada.

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  4. Gracias, jejeje intentaré escribir en cuánto pueda!! un saludiyo!

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  5. Jjajaja. Está muy bien. Haz tuyo el blog que desees.

    El formato me gusta mucho.

    Un besin.

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